La política española hoy en día parece retrotraernos al
siglo XIX. Realmente ha cambiado muy poco o casi nada. Sólo algunas circunstancias
son diferentes, como el uso de la violencia. El discurso de abdicación de
Amadeo de Saboya sigue siendo totalmente vigente. Recordemos un poco sus
palabras: “Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en
constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan
ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces
al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en
combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra,
agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles, todos invocan el
dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el
fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los
partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es
imposible atinar cual es la verdadera y más imposible todavía hallar el remedio
para tantos males.” En este caso modificaría la palabra “Patria” por “Democracia”
y el discurso lo podría haber dado Amadeo hace dos días.
En el último cuarto del siglo XIX, después de años de caos
político, guerras civiles con carlistas, formas de gobierno y pronunciamientos,
llegó un momento en que las facciones que luchaban estaban agotadas y se implantó
un turnismo entre los partidos liderados por Cánovas del Castillo y Sagasta. Por
supuesto que eran circunstancias diferentes, no había una cultura democrática y
el caciquismo imperaba en el país. En este sistema se integró hasta el mismo
Castelar. Se creó cierta estabilidad por cansancio y ánimo de que las cosas
funcionaran medianamente bien, aceptando los defectos del régimen, que eran
muchos. Este cansancio recuerda un poco lo sucedido cuando muere Franco. Había
que aceptar algunas normas para integrarse en el nuevo sistema, que asimismo
tiene diversos defectos en su origen para alcanzar el consenso.
Al igual que la pérdida de las colonias en el 98, la crisis
del 2007 ha cuestionado el rumbo que ha tomado la democracia y la vida política
del país, así como sus bases sociales y económicas. La gran diferencia es que
el 98 nos dio una generación de pensadores como Valle-Inclán, Azorin, Baroja o
Unamuno, entre muchos otros dignos de alabanza. Hoy en día con los medios en
búsqueda de rentabilidad y escándalo, nuestros referentes son Marhuenda, Inda,
Elisa Beni, Sardá o Carmona.
El turnismo que había funcionado hasta principios del siglo XX se vio truncado cuando Moret, uno de los herederos de Sagasta en el partido liberal, arremetió contra Maura, heredero de Cánovas en el partido conservador; retirándole su apoyo por los sucesos de la Semana Trágica. Esto fue una de las consecuencias de la ruptura del sistema. Hace no mucho tiempo vimos cómo Pedro Sánchez acusaba incluso personalmente a Rajoy, llamándole “indecente”. Recordemos que la forma, es fondo. Incluso el líder socialista, al no apoyar la investidura de Rajoy sin tan siquiera abstenerse, está rompiendo con este “turnismo” o bipartidismo del siglo XXI.
A principios del siglo XX el PSOE apareció por primera vez
en Cortes con su dirigente Pablo Iglesias. En las elecciones de 2015 lo mismo
sucedió con Podemos. Hasta los dirigentes comparten nombre. Ambos han acaparado
la fuerza que dan unas masas descontentas por una crisis social y económica. Me
reitero a lo dicho en párrafos anteriores: las circunstancias son diferentes,
pero el patrón es el mismo. Esta similitud la encontramos también en la
división de las izquierdas. Basta recordar los conflictos entre los
socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, radicales y un largo
etcétera. Hoy en día tenemos a Compromís, IU, En Comú Podem, PSOE, y otro largo
etcétera, que les cuesta también llegar a acuerdos estables.
No obstante las fuerza de las derechas, tanto hace cien años
como hoy en día, se unen con mayor facilidad, de la misma forma que lo están haciendo
PP y Ciudadanos.
Es interesante igualmente mencionar cómo Alfonso XII y María
Cristina se inmiscuyeron lo justo en el gobierno, y ambos mantuvieron buenas
relaciones tanto con Sagasta como Cánovas. Anecdótica es la estrecha amistad de
la regente de España con el líder de los liberales. Empero, cuando la crisis se
comenzó a manifestar, Alfonso XIII tanto por su carácter como por las condiciones
políticas intervino con mayor profundidad en los asuntos de gobierno. Hoy en
día Felipe VI juega un papel importante como árbitro ante la inestabilidad política que hay dentro del parlamento. ¿Seguirá los pasos de Alfonso XIII?
Otro tema interesante para conformar un solo epígrafe serían
las similitudes entre los caciques de finales del XIX y comienzos del XX a lo
Romanones, con los de finales del XX y comienzos del XXI. Mencionemos tan solo
nombres como Rato, León de la Riva o Gabino de Lorenzo. De igual manera no
puedo dejar de ver a tantos anarquistas reflejados (salvando las distancias, como con el resto de comparaciones) en Sánchez Gordillo, con la diferencia de
que los primeros ponían bombas y este último asalta supermercados.
Afortunadamente la historia no se repite, porque estaríamos
al borde de una dictadura como la de Primo de Rivera, una guerra civil y una
dictadura brutal como la de Franco. Sin embargo, la repetición de estos hechos
nos muestra que nuestros dirigentes, sin importar el partido al que pertenecen,
son sumamente demagógicos, e ignorantes de su historia. Y no podemos decir lo
contrario sobre nuestros comunicadores. La vergüenza recae también en nosotros,
que en un mundo en el que, en principio, todos hemos recibido una mayor y mejor
educación, nos conformamos con tanta mediocridad.